El Castillo de Cumbemayo

 La inmensidad de la naturaleza 

Ir a Cumbemayo siempre me ha dejado alguna experiencia curiosa, no lo conocí hasta que tuve 17 años, apenas hace cuatro, pero las veces que he ido me ha dejado un bello recuerdo. 

El camino a este gran centro litológico, es de trocha, mi ser guarda la esperanza de que un día esto se aliviane con alguna obra en pro del turismo, pero ya veremos...

A 40 minutos de Cajamarca en carro, por la salida atrás del cerro Santa Apolonia, se encuentra el cruce a Chetilla (una comunidad nativohablante de quechua), que se cruza con una carretera que va a la entrada del Castillo de Cumbemayo, casi a 30 metros, a partir de ahí en línea recta empieza el recorrido.

Por esa parte se ve un poco del Qhapacñan (camino inca), que sigue siendo usado por pobladores y visitantes, mostrando en todo su recorrido la majestuosidad y belleza del famoso Cumbemayo. La caminata hacia el Castillo es de aproximadamente 40 minutos cuesta arriba, así que es importante considerar el estado físico para esta travesía.

La salida la realizamos con el club Mochileros Cajamarca, un grupo de amigos que entre otros quehaceres, se reúnen y reúnen a personas nuevas con el fin de compartir experiencias y visitar maravillosos espacios naturales en la región. A ellos agradezco la energía y empatía con cada uno de nosotros desde siempre. 

La vegetación de todo Cumbemayo se compone de flora silvestre, dentro de ella abunda el "ichu", un tipo de pasto andino que sirve de alimento para ciertos animales. Del mismo modo, en cuanto a fauna, se aprecian insectos palo, mariposas silvestres, saltamontes y ganado de ovejas, vicuñas y otros más.

El aire en la cima del Castillo es fantástico, es puro, se siente una quietud indescriptible. 

Estás ahí con la compañía del silencio, del sonido del viento, el movimiento de las plantas y el sentimiento de libertad. Hacerle un pago a la tierra está considerado en cada salida con Elviz, el mostrar respeto y cariño por el espacio al que vamos se ha vuelto un acto infaltable. Ya sea con frutos secos, chocolates, frutas u hojitas de coca. 

Partimos de Cajamarca aproximadamente a las siete de la mañana, llegamos al cruce de Chetilla casi a las ocho y en la cima estuvimos casi a las nueve y algo más. Una vez allí, nos presentamos y participamos del pago. Ginno, procedió a armar el equipo para hacer rápel y entre pruebas, iniciamos al mediodía. Participamos por turnos, cada uno se demoraba entre veinte y treinta minutos, este era el proceso:

Kike nos equipaba del casco y ajustaba el arnés para subir por una pequeña grieta embarrada por la lluvia, en la roca había como huellas para escalar, aunque en todo momento estábamos atados a una cuerda que Ginno había ajustado en la cumbre y nos iba jalando. Esa para mí fue la parte más difícil.

Una vez arriba con Ginno, te desprendías del primer arnés para cruzar una piedra (a la que le di vuelta, jajaja), y llegar al otro lado para hacer el rápel. 
Allí, él te explicaba la forma de usar el enganche y cómo sostener la soga al descender, ¡qué paciencia!
Arriba sentí una adrenalina inexplicable, vi mil y un formas de bajar de manera diferente, pero la única era confiando en la soga, al menos si mi fin era vivir hasta el final.

Me aseguré de que la cuerda me aguantara y procedí a deslizar mi pie derecho al borde, deslicé con cuidado el izquierdo hacia la nada y todo empezó a desaparecer, empezábamos a ser solo el vacío y yo.
Al lado de mis hombros, había dos muros, que al inicio convertían el camino en estrecho pero conforme bajabas se iban abriendo. 
Ahí de verdad empezaba la aventura.
Con los dos pies sobre la roca, mi cuerpo en un ángulo de casi 90º, sentí un miedo inexorable. pero muy propio de mí y conociendo el nivel de mis nervios me dije: "no hay otra forma de bajar. O bajas o bajas, pero tú decides si desmayada o muy valiente". 

Y bueno, llegué despierta si eso es lo que se preguntan.

En el camino de descenso pensé en dos cosas, primero en la canción "ánimo, ánimo", que me dio seguridad porque era el único factor en común que había percibido con las anteriores bajadas seguras; y segundo, en la importancia de darle a tu cuerpo y a tu alma la señal de empezar a sentir las pequeñas en inmensas cosas. 
Pensé ligeramente en la comparación de verme pisando tierra y tocando plantas con la textura de un algodón y verme tendida en el aire con una soga a la cintura, sintiendo mis manos raspadas por la tierra y entumecidas en las sogas. Por alguna razón en ambas sentí lo mismo: satisfacción, felicidad y vida.

Quizás eso, mucho menos o más, sintió el resto en todo ese día.
Vimos las caras de emoción, preocupación, duda y conmoción de todos, hasta casi llegadas las cinco.
Luego, antes de la caída de la noche bajamos y después de los tres o cuatro golpes de lluvia bajamos con resbalones, agua y barro, pero ya satisfechos.

Finalmente, reitero el agradecimiento de parte de Viajernautas al club de Mochileros Cajamarca, por semejante experiencia y labor, a uno de nuestros acompañantes y al APU Cumbemayo por esta gran experiencia. 


DATOS GENERALES
Ubicación: 
Cumbemayo, Cajamarca, Perú.
Clima: frío y seco
Altitud: 3.500 m.s.n.m.
Temp. máxima media: 19 ºC
Temp. mínima media: 8 ºC
Deporte: caminata
Época de visita: 
Enero a marzo, temporada de lluvia
Abril a diciembre, temporada seca.

Gabriela Intor Ravines
VIAJERNAUTAS


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