El Bunker Glamping Luxury

Sostenibilidad y belleza para disfrutar

En definitiva las fotografías hacen palpitar los corazones e incrementan el deseo de visitar miles de lugares, aquí les compartimos nuestra preciosa experiencia en El Bunker glamping luxury.


Salimos casi a la una de la tarde, tomamos carro en el jirón Misión Japonesa 288, el costo del pasaje fue S/ 15.00 ida y S/ 15.00 de vuelta. En el trayecto, que duró poco más de dos horas, pasamos por la Plaza Central de Jesús, pero esta vez íbamos a conocer más sus entrañas; los paisajes llenos de verde y esas divisiones características de sembríos que tiene la sierra del Perú, nos emocionaban en cada curva. El cielo de Cajamarca siempre ha sido maravilloso.

Llegamos al punto desde donde debíamos descender treinta minutos a pie para llegar a El Bunker. El primer rostro que vimos fue el del Señor Maximino, sonriente, amable, sociable, muy noble; venía acompañado de La Caravelita, un caballo trejo y marrón como la tierra, me ofreció montarlo y con más curiosidad que miedo subí a vivir. Elv escogió bajar a pie, pero ambos vimos los mismos paisajes y la forma en que los cerros acunaban al centro poblado San Pablo. 
Ir en caballo me remeció todo el cuerpo, no solo por la belleza, sino porque es enriquecedor ver situaciones y soluciones diferentes. Los vecinos de la zona están a la espera de que su Municipio haga una carretera que facilite la circulación y es evidentemente necesario, si bien hay tres entradas, la más cerca está a media hora a pie y la más lejos a una hora cuesta arriba (por esta pasa el carro a Cajamarca), el acceso es importante en muchos sentidos y debería priorizarse en esos lugares con tanto potencial y necesidades. 

La bajada conversando con el señor Maximino fue muy interesante, nos indicaba las entradas y salidas del transporte y en nuestra cabeza las dibujábamos para ubicarnos. Elv cabalgó el último trozo de camino y a la entrada vimos un puente construido con tablas que nos daba la bienvenida al glamping. 

La diversidad en los valles es excelsa, tipos de hierbas infinitas, frutos exóticos a caudal, uso de herramientas nuevas y la forma de vida son cosas que se aprenden con amor. Vimos a Alindor y lo saludamos con mucha familiaridad, él nos dio la bienvenida, nos instaló con mucha atención y nos sirvió papitas con quesillo, arroz y una limonada tibia de muña, mi paladar me lanzaba flores por dentro. Exploramos esa tarde todo el lugar, tomábamos fotos a lo que veíamos, conocimos millares de truchas en sus diferentes etapas de vida, incluso tuvimos la oportunidad de interactuar en el proceso. Las tocamos y sentimos como se deslizaban desesperadamente en nuestras manos, como saltaban a comer y como nadaban en círculos juntas.
Las reproductoras estaban en un estanque justo entre la entrada y el domo, eran grandes y muy bellas a la vista. Las medianas y alevines estaban más abajo, en estanques más pequeños. Y las ovas, estaban en un cuarto, donde toda la camada debía terminar de nacer para salir a un espacio similar y seguir su ciclo. Amé mucho ser parte de esta forma distinta de dar vida. 


El protagonista de la noche fue el domo y su perfecta iluminación. Adornado con luces led y mezclado con las ramas de un espacio natural, le daban a El Bunker el toque de magnificencia que nosotros ya habíamos imaginado antes de ir.
Adentro se tendía una cama de dos plazas, dos sillones de ratán y una mesa de madera a la que se adaptaba una fogata en el centro. Arriba, a mitad del techo, abría sus brazos una rama seca a la que le se había enredado unas luces blancas y al centro una bola que podía cambiar de colores. 
En los bordes del domo, unas luces led con forma de líneas pintaban con su reflejo a las cortinas y a la estructura, rebotando la luz por todos lados, colgaban curveados unos foquitos que reforzaban la vista de cada rincón. Lo increíble fue el sonido interminable de la caída de agua a espaldas del domo, un sonido sin fin que nos hacía hablar más fuerte, pero también sentir más. 
Tuvimos la oportunidad también de ver un molino hidráulico, donde los granos de muelen a partir de la fuerza del agua, en el mismo lugar un balanza romana del año 1900 nos hacía brillar los ojos de la impresión, lo que nos gustó de todo el lugar es que con energía sostenible, dado que solo usan un panel solar de 220 voltios para dar energía a todo el lugar, la belleza casi casi se convertía en magia.
Esa noche compartimos con Alindor sus cócteles, la línea de licores El Bunker, nos permitió tener una noche abrigada y llena de historias, es increíble como el conocer más de alguien puede hacerte sentir más en casa y como el calor de un hogar es suficiente para encender la luz del cariño y la confianza, eso nos dio esta preciosa familia. Nos acostamos casi a las doce de la noche, con muchas expectativas de ver el lugar por la mañana, no queríamos perdernos ni un segundo. 

La mañana desde el interior del glamping fue maravillosa, el color del estanque tenía similitud con el del cielo y el cielo reflejaba en el estanque, todo se mezclaba con el verde que nos rodeaba formando muchísimos colores. Desayunamos tuna en rodajas, acompañada con tortilla de papa, trozos de papaya, un jugo de naranja, pancito e infusión de rumilanche, el sabor era diferente, muy rico. Realmente las comidas fueron otro viaje, lo que me encantó, y a Elv también porque ya no tendríamos que preocuparnos por lo que yo iba a comer, fue que tenían opciones vegetarianas, en realidad toda la familia era vegetariana, pero ofrecían opciones para todos. Es lindo saber que con el tiempo normalizamos las preferencias y que nos ajustamos a todos y a todo. En el perfil de Instagram, podrán encontrar más fotografías de todo aquello que disfrutamos degustar. Nos dedicamos a capturar cada espacio del glamping, al costado de la estructura hay una hamaca al ras del suelo que da una vista privilegiada de la caída de agua que atraviesa El Bunker. El calorcito fue maravilloso, fue relajante echarnos y conversar sobre tantas cosas que pasaban por nuestra cabeza en ese momento, estábamos muy tranquilos. 
Después del almuerzo, en el que Elv disfrutó de un pollo a la plancha y su servidora, de un saltado vegetariano, nos dirigimos a la catarata Jader, una caída de casi ochenta metros de altura. Caminamos casi diez minutos hasta el centro poblado San Pablo, un lugar que a primera vista tiene una plaza con la escultura de dos leones mirando al cielo y rugiendo, banquitas alrededor y una pérgola de dos niveles, al segundo piso se accedía por unas escaleras de cemento y desde arriba se podía apreciar los pasajes pueblerinos; cruzamos la plaza y caminamos casi treinta minutos más para llegar al ingreso de la caída de agua. 
La idea era apreciar esa caída alta, explorarla y retornar de día para descansar y cenar, pero una vez allí fue la aventura y curiosidad la que nos condujo a las siguientes caídas que se encontraban cuesta arriba. El camino tenía huellas del incendio que se dio hace casi un año, como parte de muchos que surgieron un día de agosto, si la memoria no falla; un pie delante de otro y fuimos escalando, llegué a la segunda y ellos fueron hacia una más, ya casi nos daban las cinco pero ahí estábamos aún. El agua de todo ese lugar proviene de un manantial así que pueden imaginar su pureza y desliz. Por supuesto, el desviarnos hacia las siguientes caídas no fue parte del plan, así que ahí nos ven buscando como llegar a la carretera por el otro lado de la montaña, el reto fue, en primera instancia, encontrarla antes del anochecer y en segunda, que yo no acabara rodado como una pelota cuesta abajo. Encontramos la carretera aproximadamente a las seis, luego de aventurarnos entre ramas y espinas, se sintió bonito hallar el camino, finalmente, fue todo travesía y llegamos a la casa más o menos a las siete, quizás más, completamente cansados, pero felices. Cenamos brochetas vegetarianas, cafecito y para cerrar la noche probamos un calientito de muña. Nuestra experiencia en El Bunker fue muy bella, además de tener una aventura, recibimos mucho cariño y acogida, este es el tipo de experiencias por las que sabemos que alejarse de casa para ver más, vale la pena. Muchas gracias a Alindor y a su familia por ser así de increíbles. 



DATOS GENERALES
Ubicación: El Bunker Glamping Luxury, Jesús, Cajamarca, Perú
Clima: frío y húmedo
Altitud: 3,228 m.s.n.m. (Caserío San Pablo)
Temp. media anual:  19 ºC
Temp. máxima media: 25 ºC
Temp. mínima media:  8 ºC
Deporte: caminata, campamento.
Hospedaje:
Época de visita: 
Todo el año


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