Catarata de Tambillo

 El verde infinito de Porcón

Me ha gustado siempre sentir las texturas de plantas y objetos en los caminos, las sensaciones a partir de cada una son características. De pronto me veo un día al amanecer, recordando como mis manos tocaron esa flor blanca como las nubes y de textura de algodón, o esa roca porosa que tenía colores como capas y al tocarla se sentía una rugosidad constante, pero nada incómoda. 

Para ir a Tambillo se debe tomar un carro que va en dirección a Porcón, puesto que está más arriba de Porcón Alto. El pasaje en tiempo normal debe ser de S/ 6.00, pero ahora por la situación nos costó S/ 10.00. Hay dos formas de conocer esta catarata, la primera, es ingresando por la cooperativa Porcón, desde ahí el camino es de unas dos o tres caminando; la segunda, es yendo en carro un poco más arriba del cruce, justo en una entrada ubicada en una curva (kilómetro __), ahí el camino de bajada es más o menos de una hora y media. 

La zona de Porcón está más alta que Cajamarca, es por ello que el aire y el clima es más frío y húmedo. Nosotros llevamos una carpa de alta montaña, casacas impermeables, chompas, dos pares de medias, zapatos regularmente resistentes y otros artículos importantes. Respecto a la alimentación contamos con frutos secos (maní y habas saladas), agua caliente (importante), chocolates, café, té, pan y para Elv su filete, que acompañaría nuestro almuerzo de papitas con arroz.

El camino en descenso fue un colchón de restos de ramas secas de pinos, esas que al caer generan un alfombra naranja capaz de almacenar la humedad del frío del amanecer y del agua de las lluvias. Esta recorrido lo dividiré en cuatro partes. 
La primera, desde el comienzo de la bajada donde después de casi tres curvas empezamos a cortar sendero, veía algunos árboles secos de las faldas y en los picos verdes como recién nacidos; los pies al pisar las rama hacían "cruc, cruc" y se atoraban en pequeños arbustos que parecían anudarse solos; cruzamos un tronco húmedo y se abrió una vista fabulosa.
Aquí empieza la segunda parte, luego de ver incansablemente el equilibrio perfecto de los pinos verdes de Porcón, imaginar el contraste maravilloso en días de sol donde el cielo celeste es intenso y tener a nuestros pies una saturación de belleza, continuamos por el camino que nos hizo bajar aún más. Llegamos a una parte tan empinada que estoy segura que con solo un resbalón, habría podido empezar a rodar como un balón desde la Avenida Perú, ¿si me entienden? Descendimos con cuidado y parecía que ya estábamos cerca del corazón de la catarata.
En varios puntos escuchamos de fondo el sonido del paso del agua, en algunas partes era más intenso que en otras, pero siempre armonioso. 
En la tercera parte, ya estábamos en suelo semiplano (entre subiditas y bajadas), la caminata por aquí es muy bella, puedes alzar los ojos y por doquier: verde. Algunos árboles, diferentes a los pinos, cargan en sus troncos musgo con la textura de un algodón húmedo, un verde entre limón y oscuro colorean delicadamente a cada uno. Avanzamos y el sonido del agua se intensificaba, entre ramas veíamos correr el agua y sentíamos que estábamos cerca. 

En algún punto de la tercera parte, como era de esperarse, un desliz de agua interrumpió nuestro recorrido. Las lluvias se habían intensificado y habían pronunciado una pequeña vena de agua. Elviz se quitó las medias y a pie limpio arregló un camino con piedras, nuestros dos compañeros consiguieron un tronco que funcionó como baranda y cruzamos descalzos. 

Luego de unos cuantos menos minutos caminando, volteamos y vimos la catarata de Tambillo, húmeda en sus alrededores como siempre y rodeada de un verde intenso. Estábamos recién iniciando nuestra aventura...

Llegamos pasadas las seis y empezamos a armar el campamento, tardamos casi unos treinta minutos, prendimos la fogata y en medio del frío y el café empezamos a recuperar fuerzas y calor. El frío por las noches es un poco más fuertecito, más aún en la carpa, nos envolvimos como humitas y a dormir para amanecer a explorar.

Tambillo tiene muchas partes por explorar, nosotros nos ubicamos más allá del punto central de la catarata, justo delante de una piedra grande. El día amaneció celeste, con un sol capaz de calentar hasta nuestros corazones luego de la noche friolenta. Arreglamos las cosas, cargamos nuestro desayuno y empezamos a subir para ir a la parte más alta de la catarata, en el camino las pencas se pegaban a nuestras zapatillas y calentadores, pero nada como los paisajes maravillosos.
Llegamos a la parte donde empieza a deslizarse el agua de la catarata para por fin descender, desayunamos al borde del agua compartiendo jugo, rosquitas con mermelada y planeando lo que haríamos. El agua era tan clara que se veía lo que había al fondo de ella, cada cierta distancia, un grupo de rocas creaban pequeñas caídas que iban filtrando el agua desde arriba. La naturaleza es sabía y sola es capaz de equilibrarse, eso siempre nos lo ha demostrado. 
Cruzamos ese pequeño canal y encontramos un pequeño andén que funcionaba como mirador y desde allí podíamos ver el campamento, el lugar donde caía el agua y por donde salía el sol. 

La fuerza del agua siempre me ha parecido de una energía misteriosa, es clara y empuesta a la luz puede iluminar o hasta quemar, como en el mar. En los andes el agua es pura, viva, íntegra y a mis ojos liberadora. Es  un símbolo de libertad aunque a expensas de la gravedad y la tierra, nunca la desprenden, pero va por donde la vida se lo permite. 

Al ingresar a la catarata se ve un tronco que ya casi se mezcla con la piedra a simple vista. Me dolió mucho ver escritos absurdos con nombre y figuras sin razón. Parece que muchos no entendemos el valor, la importancia de preservar esos espacios turísticos. No entendemos que el escribir sobre piedras, árboles, paredes de lugares naturales no es un trofeo, es un atentado al lugar y a la naturaleza misma.

Abajo, donde cae el agua, el paisaje resulta más verde que lo que se ve desde lo alto. La caía se ve como tela de seda siendo movida por el aire, como humo blanco.
Bajo la piedra por donde discurre el agua, se observan gotas que se filtran por la roca y mantienen húmedo el espacio. 
Una baranda de madera mantiene a raya a quienes pasan y ven hacia abajo. Sentir ese tipo de humedad en la mano es curioso, es como algo que está húmedo porque esa es su naturaleza, pero se siente seco al palparlo. 
Al continuar, un pequeño camino conduce a la parte baja de la catarata, donde se ha formado un lago por la fuerza de la caída y ha sido asegurado por las rocas en el fondo y alrededor. 
Basta con estar a un metro y medio o dos, para ser mojado por las salpicaduras del agua mezcladas por el viento que produce la velocidad de la caída. 

Como estas sensaciones, muchas han sido capaces de hacernos felices y amar cada lugar. Al llegar a cada uno de ellos, agradecemos a la tierra por recibirnos y le pedimos que así como nos da un maravilloso espacio, nos permita mostrarle nuestra sinceridad y cariño. Gracias a la naturaleza y a nuestra ciudad por darnos tanto siempre.

Aún falta material por compartir, comparte tu experiencia con el #SoyViajernauta y etiquétanos para conocer la parte favorita de tu aventura.


DATOS GENERALES
Ubicación: Tambillo, Porcón, Cajamarca, Perú
Clima: frío y húmedo
Altitud: 3.170 m.s.n.m.
Temp. media anual: 8.6 ºC
Temp. máxima media: 13 ºC
Temp. mínima media: 4.3 ºC
Deporte: caminata
Época de visita: 
Enero a abril, temporada de lluvia
Abril a diciembre, temporada seca.

Gabriela Intor Ravines
VIAJERNAUTAS










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