Apu Colloadar en Vista Alegre
La gran riqueza de Colloadar
Nos reunimos en la Plazuela La Recoleta a las 4 a. m., con el corazón lleno de emoción y preparados para lo que se nos venía, porque por supuesto ya le habíamos echado el ojo a ese destino y sabíamos que necesitábamos un poquito más de fuerza y decisión que de lo normal.
Para llegar a Colloadar necesitamos ir en dirección a Asunción hasta llegar a Vista Alegre, un centro poblado que está a treinta minutos más en carro desde Asunción. En Vista Alegre se inicia recién el ascenso al Apu Colloadar, es necesario ir con un guía por muchas razones, algunas de ellas son que el camino es largo y no hay señalización, se requiere gestionar permiso para recorrer este centro arqueológico y la neblina puede ser tanta, que pueden perderse.
La traducción de Colloadar, del quechua al español, es "collar de oro", imagino debe ser porque en sus faldas alberga variedad, valor arqueológico y riqueza natural en todas sus formas. Empezamos a subir a las nueve de la mañana y llegamos casi a las cinco de la tarde, ahora les contaremos los detalles más importantes de nuestra travesía.
Iniciamos con un desayuno potente de caldo verde, cachangas y cafecito de cebada en el centro poblado, nos dividimos en dos grupos para ir a dos casas diferentes de personas de la zona, ¡qué amabilidad y cariño! Conversamos con el grupo que nos tocó compartir y compartimos las expectativas de nuestro viaje; entre el grupo habían tres personas ya mayores, pero de alma infinitamente joven, uno de ellos nos comentó que era de ahí, pero nunca había ido al tantas veces mencionado Colloadar, que su papá le había dicho que desde arriba podía ver hasta el mar y más allá. Mi corazón le ordenó imaginar a mi cabeza cómo sería esa experiencia y me preguntaba si era posible tanta maravilla.
Empezamos a ascender y nuestro guía era nuestro fiel amigo Neiser, que había sido contactado a través del señor Tomás, que a su vez fue delegado por el regidor de turismo: el señor Atanasio, contactado por Lugareando.
El camino era de trocha y conforma avanzábamos se empezaba a empinar más y más, nos detuvimos para hacer un pago de inicio, compartimos nuestro respeto y honestidad e iniciamos oficialmente con nuestra visita a Colloadar. Éramos alrededor de veinticinco personas tratando de llegar a uno de los cerros más altos de Cajamarca, dado que está a 4 050 m.s.n.m., íbamos como en fila india tratando de conocernos entre nosotros para hacer más ameno el recorrido, cada uno cargaba más de dos cosas, entre bolsas de dormir, mochilas, carpas y paquetes de comida, definitivamente iba a ser un reto llegar a la cima.
Como casi todos habíamos llegado con una casaca, dos chompas y polos abajo, conforme subíamos íbamos encontrándonos con menos prendas y más cosas que cargar, las botellas de agua se iban vaciando, pero lo que en definitiva aumentaba era la emoción, las sonrisas y conversaciones entre jadeos que evidenciaban el cansancio. No recuerdo con claridad cuántos descansos individuales de dos a cinco minutos nos dimos, pero sí que fueron casi tres grupales antes de llegar a Wintuches, el lugar sinérgico al que llegamos para almorzar juntos y un espacio que tiene restos de cerámica y construcciones arqueológicas relacionadas posiblemente a la crianza de animales.
Compartimos ahí nuestra almuerzo preparado por la familia de Don Anselmo, no puedo decir segunda comida porque conforme avanzábamos algunos ya iban ingiriendo algo para darse energía, un delicioso plato de papa picante, arroz de trigo, trigo cocido, una ensalada de repollo y chicha de maíz morado, todo más que bueno para saciarnos y darnos fuerza. Al llegar ahí era casi la una de la tarde, quizás más, Jhonatan Cortegana (a quien ven en la foto de negro), nos compartió información de valor sobre la importancia de el espacio donde nos encontrábamos y su relación con nuestra cultura.
Finalizado ello y antes de partir, fuimos a llenar nuestras botellas con agua, pues en ese lapso de cuatro horas, casi todas estaban ya vacías. Rodeamos por un pequeño bosque de pinos, tratando de pisar bien, por ese lado estaba resbaloso por el ichu, hicimos una cadena humana de cuatro personas para ayudarnos a bajar y llegamos y vimos un ojo de agua cristalina y tan fresquita, recargamos nuestras botellas o tomatodos y regresamos para alistar todo y partir nuevamente, aún nos quedaba mucho tiempo de recorrido y venía lo más duro.
![]() |
En esta foto, capturada ya desde Colloadar, pueden ver el boque de pinos y en el lado superior derecho del pinar, un pequeño rectángulo marcado, ¡bingo! Ahí almorzamos. |
Emprendimos nuevamente la subida a las dos de la tarde, algunas cosas de nuestros compañeros fueron subidas por los señores de la zona, antes de partir, fue inspirador ver cómo subían con facilidad y mucha energía, eso nos llenó de ganas de continuar. Conforme avanzábamos, mirábamos abajo y aparte de ver lo lejos que habíamos llegado, observábamos la belleza que nuestros ojos tenían el privilegio de presenciar, sembríos que se diferenciaban por colores que iban del marrón, pasando por el mostaza hasta llegar al verde; casitas de las que se desprendía el humo de los fogones; carreteras carrozables y pavimentadas, que dejaban ver el fin de una para dar paso a la otra o terminar en alguna casa; árboles en un orden que solo la tierra y los pobladores entendían; y si eso veíamos ahí ¿qué maravilla nos deparaba la cima?
Tras subir casi dos horas y media, quien les relata esta experiencia, sentía sus pulmones en la boca, las piernas enraizadas a la tierra y la mochila como si pesara tres veces más. Llegamos a un espacio en el que nos encontramos todos, pues en el camino muchos quedaron atrás, otros al centro y otros siguiendo el paso a Neiser y Mathilde.
Nos detuvimos a dejar las mochilas, sentarnos, cada quien fue por su lado riendo y hablando, los más avezados subieron rocas y sentían el aire rozar sus mejillas, con esa delicadeza que el viento sabe tener. Exploramos también un túnel, uno a uno cruzaba el umbral y encontraba un camino marcado por rocas y tierra que guarecía del sol y probablemente de la lluvia. En la foto, don Anselmo sonrió para nosotros, gracias por tener esa energía tan cálida. Estuvimos recorriendo el espacio por un tiempo, hasta que coincidimos en que aún nos faltaba la corona y, al parecer, esa era la cereza del pastel en cuanto a dificultad. Cargamos las mochilas y empezamos a coger cada uno una leña para hacer fuego en la cima, esa leña la habían traído junto con las mochilas los señores que nos ayudaron en el almuerzo. Era la parte más empinada, casi casi escalábamos para subir, en algún momento casi me resbalo, fui un manojo de nervios en ese momento, aunque ahora al recodarlo, me pregunte cómo pasó eso (risas), subimos con lentitud una parte espinosa, rocosa y llena de tierra, por suerte gran parte del lugar estaba seco, sin embargo, era muy sencillo perder el camino, de hecho por un momento tomamos uno que no era y sentíamos el piso desmoronarse.
Probamente estuvimos casi cuarenta minutos subiendo ese pedacito, pero el último paso que di para llegar arriba fue la sensación más maravillosa y realizadora que sentí en mucho tiempo y esa es la magia de esos lugares a los que no vas con frecuencia, que cuando los vez por primera vez sientes que todas las fuerzas del Universo se unen y se sientan a tus pies para que puedas disfrutar de ellas un segundo o minutos...
En mi cabeza rebotaba el: "pude subí Colloadar", estaba impactada, por supuesto. Llegamos casi dando las seis de la tarde, así que nos dispusimos a armar las carpas volando, nos ubicamos y el viento era arrasador. Estaba despejado, aunque conforme avanzaba la hora, se nublaba por partes, pero no se formaba el colchón, tenían la esperanza de verlo temprano, pero era muy poco probable.
Empezó a oscurecer y entre las nubes se vio un arcoíris circulas y como fuego en el cielo hacia la parte de Asunción, lugar en el que por cierto he visto el mejor atardecer de toda mi vida), arreglamos las carpas y por la noche compartimos un poco más, nos conocimos y hablamos; el frío se sentía perenne, pero las palabras de todos podían controlarlo. El cielo estaba estrellado por completo, parecía escarcha regada en una tela negra, astros de todos los colores (al menos eso mis ojos creen haber visto). Compartimos el Mama Ruku, un poco de pisco para calentar el cuerpo, luego fuimos a las carpas, donde compartimos con Laura, Jhon, Diana y Luis, un momento y también la cena (gracias por abrigar nuestra carpa, los queremos). Dormimos con la esperanza de encontrar el colchón de nubes armado, pero aunque no pasó, vimos tantas cosas a los alrededores, que quedamos satisfechos en nuestro viaje.

Al día siguiente la luz y el frío nos daban la bienvenida a una mañana despejada, pero basta de sorpresas. Recorrimos por partes a Colloadar y logramos ver Vista Alegre, Asunción, Choropampa, San Juan e incluso el Nevado Huascarán; también vimos en una parte, de lejos, una tumba cuadrada, parte de la popular arqueología fúnebre que existe en Colloadar.
Observamos con bastante detenimiento todo lo que nos rodeaba, quizás para recordar todo y no olvidar la belleza del Apu y su compañía. Capturamos muchos momentos, de hecho aquí les dejamos una foto del Huascarán, pero claro pueden encontrar muchas más en el feed de @viajernautas.
Nos reunimos para desayunar juntos y compartimos mucho, llenos de energía empezamos a empacar para el descenso, aunque el cuerpo y los ojos pedían otro día en la cima del Apu Colloadar. Bajamos casi sentados y pese a que podemos creer que la subida pudo ser más cansada, fue la bajada la que logró adormecer nuestro cuerpo. Salimos de arriba a las once y media de la mañana, y entre resbalones, espinas, neblina y un poco de lluvia, llegamos a la casa de Don Anselmo a las dos de la tarde y almorzamos alverjas enteras, con arroz blanco y ensalada de repollo, ¡delicioso!
Hablamos, descansamos en el sol un rato y empezamos ya el regreso a Vista Alegre, a donde llegamos a las cinco, aproximadamente, una vez allí nos sentamos y casualmente no sentíamos los pies, pero aún teníamos energía, probamos unos helados, comimos unas mandarinas y aprovechando el tiempo fuimos al mirador Los Gentiles donde llegamos justo para el atardecer y ver la majestuosa caída del sol.
Y ahí esperamos el carro que nos traería a nuestra bella Cajamarca, de nuevo.
Muchas gracias a Jhonatan Cortegana de Lugareando que hizo posible esta visita, a Neiser Martínez por su amistad y compañía, a todos quienes nos sostuvieron el brazo o nos sonrieron para subir, estas experiencias nos llenan de cariño y unión, y por supuesto al Apu Colloadar, a quien visitaremos en algún momento de nuestro futuro.
DATOS GENERALES
Ubicación: Colloadar, ubicado entre Sapuc, Vista Alegre y Cruz de Huatún, en Asunción, Cajamarca- Perú
Clima: frío y húmedo
Altitud: 4,050 m.s.n.m.
Temp. mínima media anual: 5 ºC
Temp. máxima media: 18 ºCDeporte: caminata, campamento, rápel.
Hospedaje: no
Época de visita: Diciembre a marzo hay mayor oportunidad de ver el colchón.
VIAJERNAUTAS